Existe un tipo de caracol carnívoro de aguas profundas, los conos, que inyectan a sus víctimas (peces) una toxina que puede resultar incluso fatal para el ser humano. Estos caracoles sacan su probóscide con forma de lengua y, en un instante, arponean a su presa y la llenan de un veneno paralizante. Sin embargo, ciertos compuestos de este veneno podrían emplearse para crear antiinflamatorios o analgésicos, según ha descubierto un equipo internacional de científicos dirigido por la Universidad de Utah y la Universidad de Copenhague y que recoge la revista Science Advances.
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