A la comunidad científica le ha salido un inesperado y gran aliado contra el cambio climático, denominado Prorocentrum cf. balticum. Aunque es muy pequeño y realiza la fotosíntesis, también es un hábil depredador que atrapa a sus víctimas con un artilugio bioquímico que él mismo fabrica: mucoesferas de exopolímeros. Con esta trampa mortal, inmoviliza a sus presas y las digiere antes de que se hundan. Los restos del festín son la clave de un mecanismo que fija carbono y que podría ser útil para frenar los efectos de la crisis ambiental global a la que nos enfrentamos.
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