Hace un par de semanas, el normalmente admirado futbolista del Paris Saint Germain Kylian Mbappé recibió un fuerte rapapolvo nacional y hasta internacional por reírse a carcajadas cuando un periodista le preguntó si se planteaba tomar un tren en vez del avión para desplazarse a partidos cercanos. La anécdota es quizás la mejor muestra del profundo cambio que en la opinión pública se está operando sobre el impacto de la aviación en el medio ambiente. Un informe presentado este miércoles en Bruselas confirma que las emisiones de dióxido de carbono de los aviones han seguido aumentando —salvo en el periodo de fuertes restricciones por la pandemia, que provocó una fuerte anomalía en el sector, como en tantos otros— y que, si no se toman acciones “decididas” en los próximos años, lo seguirá haciendo a un ritmo en desacuerdo con los objetivos de descarbonización.