El transporte público eléctrico produce una menor contaminación atmosférica, lo que contribuye a mejorar la calidad del aire. A la vez, reduce considerablemente la contaminación acústica, puesto que los ruidos producidos por la combustión del motor desaparecen, pasando a emitir un sonido casi imperceptible. 

Por otra parte, el transporte público eléctrico se beneficia, también, de una gran suma de ayudas y subvenciones por parte de las administraciones públicas, que buscan consumir una energía más ecoamigable. Y es que este tipo de transportes consumen energías generadas a través de fuentes renovables, como son la energía solar, la eólica o la hidráulica.

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