Esta es una historia con final feliz, cuyos protagonistas son sendas poblaciones de ardillas y martas, y un puente de metal que une un bosque y un parque en la ciudad holandesa de La Haya. Construido en 2012 sobre la carretera que separa ambos parajes para facilitar su búsqueda de alimento, los animales han tardado casi una década en cruzarlo de forma regular. Demasiado, según los críticos, pensando en el gasto público destinado a través del Ayuntamiento a la obra: cerca de 150.000 euros de fondos estatales para el medio ambiente. Un tiempo prudencial, dijo la guarda forestal, porque roedores y mustélidos debían acostumbrarse a la pasarela a su ritmo. Después de años vacía, en 2021 hubo cerca de 400 viajes de ida y vuelta de estas especies y puede hablarse por fin de éxito.
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