Los buitres vuelan cientos de kilómetros para alimentarse, hasta 800 de ida y otros tantos de vuelta, desde las zonas de cría de los Pirineos a las dehesas del suroeste peninsular. Siguen caminos fijos, sus autopistas aéreas. “La que pasa por el sur de la sierra de Madrid es impresionante, es como un chorro de buitres que van por un espacio pequeño”, comenta José Antonio Donázar, investigador de la Estación Biológica de Doñana (CSIC) y autor del estudio publicado en Scientific Report.