¿A qué se debe que tengamos esta fascinación por estos emplazamientos? Porque nos ofrece una oportunidad para asombrarnos, para aprender, para ser felices fuera de nuestra rutina diaria, cuyas tareas requieren habitualmente toda nuestro compromiso y atención. En vacaciones, la sensación es muy gratificante y, mentalmente, estamos también más preparados para afrontar y abrazar la felicidad en todas sus vertientes. Damos un paso atrás y miramos el mundo en su conjunto. Nos gusta incluso sentirnos algo confundidos, desconcertados, conmocionados. Mirar a nuestro alrededor en un entorno extranjero y no tener la menor idea de lo que está pasando oculta cierto placer en esto que llamamos viajar.
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