Cuando el fruto madura, la pulpa se seca y se abre, exponiendo la semilla a la intemperie. En los pistacheros silvestres es muy raro que la semilla también se abra, pero los humanos llevamos miles de años seleccionando los pistachos que más nos interesan, y uno de los rasgos que preferimos es que se abran de forma natural. Resultado de esos milenios de selección artificial, hemos conseguido pistachos cuyas semillas se abren de forma espontánea en un proceso que se denomina dehiscencia, el cual se produce por la deshidratación de la cáscara. Al llevar agua, está dilatada, y al secarse trata de recuperar su forma previa. Pero u propia estructura no lo permite y la cáscara termina rompiéndose por donde es más débil, de forma similar a como se rompe un vaso frío que llenas de repente con agua hirviendo.
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